Columna de Manuel Aravena: ¡Colisionaremos con la Galaxia Andrómeda! ¿O no?

COMPARTIR

Manuel Aravena - Emol

12 / 06 / 2025

Durante años, hemos aceptado como un hecho que la Vía Láctea y la galaxia Andrómeda están en rumbo de colisión. Según esta narrativa, en unos cinco mil millones de años, ambas galaxias espirales se fundirán en una nueva galaxia elíptica, transformando para siempre el paisaje del Grupo Local. Una danza gravitacional lenta pero inevitable.

¿Y si esto no fuera tan inevitable?

Un nuevo estudio publicado en la revista científica Nature Astronomy desafía esta idea. Utilizando las mediciones más precisas disponibles gracias a los telescopios Gaia y Hubble, un equipo internacional de astrónomos simuló miles de posibles futuros para nuestra región del universo. El hallazgo es sorprendente: hay sólo cerca de un 50% de probabilidad de que la Vía Láctea y Andrómeda nunca lleguen a colisionar en los próximos 10 mil millones de años.

La idea de una colisión entre ambas galaxias tiene raíces en trabajos clásicos de dinámica galáctica. A fines de los años 90 y principios de los 2000, astrónomos como Abraham Loeb y R. van der Marel, entre otros, calcularon que el movimiento de Andrómeda era casi radial hacia la Vía Láctea. Su conclusión —reafirmada luego por simulaciones detalladas como las de Cox & Loeb (2008)— fue que una fusión galáctica era inevitable, y que comenzaría en unos 4 a 5 mil millones de años. Esta visión, que se ha plasmado incluso en libros de astrofísica y divulgación, ha sido enseñado como una realidad.

Pero el nuevo estudio ofrece una perspectiva más matizada. Hasta ahora, los modelos asumían un sistema idealizado de dos cuerpos, incluyendo solamente a la Vía Láctea y la galaxia Andrómeda. Sin embargo, el Grupo Local es más complejo. Otras galaxias, como M33 (la galaxia del Triángulo) y la Gran Nube de Magallanes (LMC), también ejercen fuerzas gravitacionales no despreciables que alteran la trayectoria del sistema.

La Gran Nube de Magallanes, en particular, tiene una órbita rápida y perpendicular al eje entre las dos galaxias principales. Aunque más pequeña, su masa y trayectoria generan un efecto de “recoil” gravitacional que puede aumentar la velocidad transversal entre la Vía Láctea y Andrómeda, disminuyendo así la probabilidad de colisión. Según las simulaciones, la Gran Nube de Magallanes se fusionará con la Vía Láctea dentro de unos mil a 2 mil millones de años, mucho antes de cualquier posible encuentro con Andrómeda.

El equipo, liderado por Till Sawala, usó simulaciones Monte Carlo para incorporar las incertidumbres actuales en los parámetros físicos: masas, posiciones y velocidades. Y encontraron que pequeños cambios dentro de los márgenes de error pueden conducir a futuros completamente distintos: desde una fusión total hasta una separación creciente.

Este resultado no sólo reformula nuestro entendimiento del futuro, sino que también ilustra cómo funciona la ciencia. Lo que durante años se consideró un destino casi sellado —una gran colisión galáctica— ahora es solo una posibilidad entre muchas. Y lejos de ser una debilidad, esta capacidad de reevaluar nuestras conclusiones frente a nueva evidencia es una de las fortalezas centrales del método científico.

Aunque estos eventos ocurrirán en escalas de tiempo que posiblemente exceden la vida del Sol, imaginar el destino de nuestra galaxia nos conecta con una historia mayor. Tal vez la Vía Láctea y Andrómeda colisionen. O tal vez no. Pero como concluyen los autores del estudio, por ahora, “las proclamaciones sobre la inminente desaparición de la Vía Láctea parecen haber sido, al menos por ahora, bastante exageradas”. Estamos salvados (¡por ahora!).

Por Manuel Aravena, investigador del Instituto de Estudios Astrofísicos UDP, en Emol.